Mientras trabajo, me trasformo en niño.
Como tantas tardes, me he pasado horas pintando arcoiris waldolf. De nuestro catálogo de juguetes Waldorf, es el que más repetimos.
El porqué de fabricar juguetes waldorf 🙂
Hasta hoy, no había entendido porque nuestros hijos disfrutan tanto esta composición. Los pedagogos lo atribuyen al juego libre que permiten sus piezas, a las formas orgánicas, a la madera como material que dispone de las características idóneas para el juego, a los colores naturales, al arco iris en sí mismo como ilusión figurativa de la mezcla cristalina del sol y de la lluvia y a la belleza de su conjunto.
A estas características que todos conocemos, queremos reivindicar la magia que los constructores le imprimimos cuando los trabajamos.
Por ejemplo, hoy he experimentado un enorme placer con la pintura de los arcos, ayer me pasó algo similar con el serrado y mañana supongo que sucederá con las lijas. Y toda esta emoción queda estampada en cada arcoiris Waldorf.
Distintas fases en la construcción
Cada fase de trabajo es todo un ritual y una entrega. Hoy fueron los colores, por cada arco y por cada color, hay que mezclar y homogeneizar los pigmentos, cambiar de guantes con cada cubeta, aplicar pintura sin que queden goteos, observar la calidad final, trabajar con orden, limpieza y grandes dosis de paciencia. Así, la emoción que experimentamos mientras trabajamos se la transmitimos al objeto y el niño lo hace suyo.
Mientras pinto, escucho a Marcos trabajar con la lijadora, o con la sierra, o a veces solo hay silencio, entonces quizá esté marcando, tarugando, cepillando o quizás pensando en algún otro juego.
El resultado de la tarde, son ciento veinte arcos con color, situados uno detrás de otro para que no se toquen entre ellos y a la vez lo más juntos posible para aprovechar el espacio. Al terminar, tengo la sensación de haber pintado un cuadro.
La emoción de crear un juguete
Cuando nosotros, los artesanos nos ponemos a disposición de los juguetes y contribuimos con nuestras manos y nuestros ojos, nos metamofoseamos en pequeños hombrecillos; y la emoción que experimentamos mientras trabajamos, se la transmitimos al objeto y la criatura la hace suya.
Y además, como el niño es constructor por naturaleza, reconoce que para trabajar en el arco iris Waldorf necesitamos los sentidos y se siente un igual.
Supongo que las emociones que sentimos nosotros cuando construimos y las que siente el niño cuando juega son parecidas.
Y esto, el niño lo tiene que vivir.
Además, este trabajo me permite conseguir lo que en anteriores quince años de empresario de éxito no había sido capaz: pensar, sentir y cantar.